Case Studies

Las arenas movedizas -cuentos de terror

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Por las tardes, después de hacer su tarea, Dagoberto salía a la calle a jugar con sus amigos un buen partido de fútbol. Su vecindario no estaba pavimentado, lo que hacía que siempre terminara cubierto de tierra.

El día que sucedió la historia de terror que voy a contarles, empezó a llover antes de lo previsto. Nadie se percató de ello puedes las nubes permanecían blancas e inclusive se podía ver el sol brillando entre ellas.

Más pronto que lo que canta un gallo, la superficie donde estaban jugando se convirtió en un verdadero lodazal. Tanto así que era imposible seguir jugando. Varios de los amigos de Dagoberto se despidieron de él y regresaron corriendo a sus hogares para guarecerse de aquel aguacero torrencial que estaba cayendo.

Sin embargo, él no pudo hacer lo mismo tan rápido, pues debido al alboroto que se había formado el balón del juego estaba extraviado. Dagoberto le tenía un especial cariño a ese esférico pues se lo había regalado su difunto padre y por ningún motivo iba a permitir que ningún chubasco lo apartara de su lado.

Ya casi se había dado por vencido cuando observó que el esférico permanecía atrapado en el lodo. Lo tomó con fuerza más no lo pudo sacar, pues era como si alguien lo estuviese deteniendo.

De momento el chico sintió como una de sus piernas será sujetada por una mano de hombre. Al principio sintió terror, pero luego se tranquilizó al notar que en el dedo anular llevaba un anillo igual que el de su padre. No obstante, en segundos la mano se convirtió en una garra y jaló al muchacho hasta lo más profundo de la tierra.

Los gritos del niño fueron silenciados gracias a la presencia de los miles de truenos que se escucharon en ese momento. Luego del incidente sólo se pudo encontrar un botín de fútbol.

 

Hasta la fecha en aquella zona de la ciudad, ningún niño sale si no es en compañía de un adulto.

La mina de diamantes -cuentos de terror

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La minería es una de las actividades más antiguas que ha desarrollado el hombre desde hace siglos, ya que la extracción de piedras preciosas siempre ha interesado a miles de personas.

Hoy les voy a contar una historia de terror que sucedió en un pequeño pueblo hace no mucho tiempo. Resulta que en aquel lugar había una gran mina de diamantes, sólo que nadie se atrevía a acercarse siquiera un poco a ella. La razón era porque aseguraban que en su interior vivía una bruja.

Nelson creía que todo esto eran supercherías y un día se animó a llevar a cabo una inspección por sí solo, con el fin de demostrarles a los demás que estaban completamente equivocados.

Con sólo dar el primer paso dentro del yacimiento, pudo percatarse de que aquella caverna estaba cubierta en su totalidad de diamantes, inclusive algunos yacían en el piso esperando literalmente que alguien pasara y los recogiese.

Precisamente eso fue lo que hizo, se detuvo a recolectar unas cuantas piedras cuando de momento escuchó una serie de tétricas carcajadas. Sin saber bien por qué lo hizo, aquella risa lo obligó a adentrarse más y más en la mina.

Al ver que tardaba más de lo pactado, sus amigos comenzaron a llamarlo a gritos, aunque sin obtener ninguna respuesta. Mientras tanto el joven prolongaba su caminata tal y como si se tratara de un zombi o más bien de un ente sin alma. En un suspiro apareció la bruja frente a él y le dijo:

– ¿Por qué entraste a hurtar mis cosas?

– Yo no he tomado nada que no sea mío. Replicó el joven sin inmutarse.

– Por supuesto que sí, en esa mochila llevas varios de mis diamantes. Ahora pagarás por tu osadía.

Y diciendo esto, la bruja levantó una de sus huesudas manos señaló al muchacho y lanzó un conjuro.

 

La piel y la carne de Nelson se fueron carcomiendo lentamente, no sin antes dejar tras de sí una serie de alaridos que brotaban de la boca de aquel hombre. Acto seguido, sus huesos fueron convertidos en diamantes.

Acampando - cuentos de terror

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Aquellos cinco chicos habían planeado su acampada por meses, así que se sintieron muy decepcionados cuando no pudo llevarse a cabo debido a una fuerte nevada que impedía el paso a la montaña. Tanta era su ilusión por ir, que se negaban a bajar el equipo del auto.

Viendo esta actitud, uno de los padres propuso utilizar un sitio alterno, un terreno vacío en el cual el solía jugar cuando niño y que seguía en las mismas condiciones, al llegar ahí, todos los chiquillos salieron volando del coche e instalaron sus casas de campaña en un abrir y cerrar de ojos.

Disfrutaron el día como nunca, y cualquiera podría creer que caerían rendidos por la noche, pero no fue así, estaban aún muy emocionados, sentados junto a la fogata, esperando la típica historia de terror que uno de los mayores cuenta para aterrar a los pequeños.

El cuento que el padre les compartió, hablaba de un niño de su generación, el cual se había perdido en circunstancias extrañas y de quien jamás se supo nada a ciencia cierta, pero se afirmaba que, pudo haber sido asesinado y enterrado en aquel descampado porque algunas personas juraron haberlo visto rondando por ahí, yendo y viniendo un poco ansioso.

Para los niños esto fue más una comedia que algo de miedo y no les robo ni un minuto de sueño, apenas se metieron en sus bolsas de dormir ya estaban roncando. Los padres se encargaron de hacer las guardias y pasaban cada veinte minutos a contarlos: uno, dos, tres, cuatro, cinco… era la cuenta una y otra vez.

Pero faltando poco para el amanecer, se hizo la última ronda: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… seis niños en esta ocasion.

El Perro del infierno - cuentos de terror

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Era habitual escuchar ladridos y aullidos venir del parque a diario. Muchos vecinos solían reunirse por las tardes, algunos jugaban con sus hijos y otros hacían ejercicio, y los perros observaban tranquilamente sentados bajo los árboles a que todos se marcharan para ver qué clase de manjares habían dejado atrás.

Había quienes esperaban que el sol se metiera por completo para salir a correr, y se sentían muy bien al estar acompañados por un grupo de fieles guardianes que iban tras ellos, también ejercitándose. Pero esa noche, los corredores estaban completamente solos, el silencio era total, a donde sea que se mirara, no había ningún perro.

De pronto en silencio se vio interrumpido por desesperados ladridos, y en un momento eran ya chillidos, los arbustos se movían, y se hizo de nuevo el silencio. Las personas en el parque se impresionaron un poco con aquellos ruidos, la mayoría de ellos se detuvieron…

Observaban de un lado a otro pero, no aparecía ninguno de los perros, cuando reanudaron su marcha, una agitada respiración invadía todo el parque, se escuchaba por todos lados, acompañada de un leve gruñido, y fue entonces que lo vieron, salir de entre los arbustos, con el hocico lleno de sangre, caminaba lentamente, y cada lámpara a su paso se iba apagando…

Sus pisadas dejaban una marca ardiente en el suelo, y una densa niebla venía detrás de él, un enorme perro negro, de más de metro y medio, no importa que tan buenos hubiesen sido corriendo todas aquellas personas, en ese momento estaban completamente paralizados. El perro se metió entre ellos, les olía todo el cuerpo, salivando…

Cuando todos se sentían perdidos, un chiflido lo llamó hasta su amo, solo se vio salir de entre la niebla una enorme mano cubierta de fuego, que dejó el ambiente impregnado de azufre. Al día siguiente eran menos los perros que se presentaron al banquete diario, y cuando sus ladridos no se escuchan los vecinos del lugar saben que no deben poner un pie en el parque, porque esa noche le toca su paseo, al perro del infierno.

La niñera suplente - cuentos de terror

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Hace algo de tiempo, un matrimonio común y corriente se vio envuelto en situación de carácter urgente, que los forzaba a salir de prisa. Llamaron Laura, la niñera que comúnmente los apoyaba, pero ella estaba ocupada, así que les recomendó a su hermana Sonia. Apenas la chica estuvo en la puerta los señores se fueron. Sin embargo Sonia no sabía por dónde empezar, Laura solo le dijo que los niños se cuidaban como su madre lo hizo con ellas y no dio más detalles.

Tras unos momentos de confusión, fue a la planta superior donde encontró un niño viendo televisión, se presentaron y el chico dijo que ya estaba listo para dormir, solo tenía que meterlo en la cama. En un par de minutos se quedó dormido, así que ella bajó a ver televisión.

Entonces escuchó ruidos en la cocina, ahí andaba otro niño buscando un poco de agua, la chica le dio lo que necesitaba y luego quiso llevarlo a su habitación, pero el pequeño corrió a esconderse. Lo buscó por largo rato sin dar con él, solo escuchaba su risa y sus pasos.

Mientras buscaba recibió la llamada de su hermana preguntando como le iba. Sonia dijo que fuera del hecho de que uno de los niños estaba escondido y no podía encontrarlo, todo estaba bien.

Laura hizo una pausa en completo silencio, después le informó que en esa casa solo había un niño, nadie habló de atender a visitas.

Sonia de inmediato fue a despertar al chico que dormía, y este le dijo que estaba solo, cuando su hermana llegó lo buscaron por todos lados, pero no pudieron encontrarlo, sin embargo en la cocina, aún estaba el vaso con agua, sobre el cual dejó marcadas unas sucias manos.

Las chicas callaron lo sucedido, simplemente no volvieron a trabajar en esa casa, tal y como lo hicieron decenas de niñeras que siguieron después de ellas.

Directo al infierno - cuentos de terror

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A Rocío no le agradaba mucho la idea de ser la chica nueva en el barrio, ya que le costaba mucho hacer amigos. No disfrutaba de la soledad, pero en ese momento era lo único que tenía.

Al paso de los días solo un chico se acercó a ella, no se trataba del mejor candidato para incluirla en un círculo social, porque las personas lo catalogaban como «raro», pero Rocío se sentía bien en su compañía. Él era nieto del anticuario y solía siempre traer alguna cosa en las manos para mostrársela a su nueva amiga. Así se les iban las horas volando, adjudicando historias para cada cosa nueva.

Al tomar más confianza, el chico decidió llevarla a la tienda, para que el abuelo le mostrara objetos más interesantes. Entre ellos una llave antigua, que según dijo, servía para abrir las puertas del mismo infierno. Los tres lo tomaron a broma, pues les era muy difícil creerse esa teoría, y por supuesto, el anciano nunca lo había comprobado.

Sin embargo el jovencito tenía otra cosa en mente, quería llevarla a la habitación donde guardaban armaduras, joyas y cosas realmente valiosas. Intentaron entrar cuando el abuelo fue a atender a un cliente, pero la puerta estaba trancada, no a propósito, simplemente la cerradura no servía; entonces el jovencito le pidió a Rocío que le acercara algo para empujar el mecanismo.

Lo más cercano que tenía era la llave, que el señor había dejado sobre el escritorio, y eso fue lo que le dio al muchacho.

Cuando la acercó a la cerradura un resplandor rojo se vio debajo del portal, y una vez dentro la llave cambió para ajustarse perfectamente al mecanismo. En su segundo la puerta se abrió, dejando salir un humo denso y oscuro.

Después de eso todo fue gritos y desesperación, cuando los vecinos acudieron a ver lo que sucedía, solo encontraron al pobre anticuario tirado en el suelo, llorando y diciendo que el Demonio salió por esa puerta y se llevó a los niños, directo al infierno.

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